No perdí las esperanzas y hoy al fin se me logro, la potra
que me tumbo hoy de nuevo la he montado.
Una tarde de verano casi ocultándose el so,l al tranquero
apareció con un lazo arreviatado.
Apenas cuando la vi de verdad me sorprendí de ver cómo
había cambiado.
Ya no era la misma potra, aquella que yo dome hace ya
unos cuantos años.
Sus ojos estaban tristes tenía el corazón enfermo y
el pensamiento nublaaaado, y sollozando me dijo que
habían cachapeao el hierro, pero nunca lo borraron.
La lleve hasta el botalón donde antes la había amarrado.
Me conto con gran tristeza todo lo que había pasado,
sin ningún remordimiento yo la cure con mis manos
hasta que aquellas heridas por completo se sanaron.
La ensille y me le monte y como en los viejos tiempos
paseamos por todo el llano.
Fue entonces cuando le dije que ya tenía de montura
un amor sincero y sano, sus ojos se humedecieron,
por sus mejillas corrieron las lágrimas que broaaataron
y en una sola carrera se perdió en la polvareda y
hasta hoy no ha regresado.