Ahorita estoy recordando los amores del ayer
sentado en este tranquero con mi cuatro parrandero
tan buen amigo y tan fiel, el arrebol vespertino,
comenzó a languidecer, hundiéndose entre los brazos
de un inevitable ocaso y eso me hace entristecer.
Que corazón tan ingrato, que canalla esa mujer,
la que se metió en mi alma, robándose mi querer,
y que después sin razones, se fue para no volver.
Anduve una temporada sumergido en un vaivén,
nadando en el aguardiente, sin poderme reponer
de la terrible tristeza y aquel guayabo tan cruel.
Con el tiempo en la llanura, se acabó mi padecer,
poco a poco fui olvidando, mi dolor se fue pasando,
y el pesimismo también, la brisa de los palmares,
y los cantos del saucel, me hacían poner pensativo,
tal vez por ese motivo me dedique a componer.
Cuando me sentía muy triste le echaba un lazo al corcel
lo ensillaba y me marchaba por el llano a recorrer
y embebido en sus paisajes fui mitigando el desdén.
Mental y espiritualmente, me sane y me siento bien,
esa fue la gran terapia que hizo desaparecer,
tu recuerdo amor ingrato junto al deseo de beber.