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 Cancion: La doncella del rio
 Interprete: Juan Harvey Caicedo

Letra de La doncella del rio por Juan Harvey Caicedo

 

En una tarde de infierno
con el ambiente insoluble
galopaba Guadalupe con su
compadre Carmelo,
trocha y trocha en el sendero
iban camino del hato
después de un duro trabajo
en las sabanas del muerto,
sudorosos y sediento
enrumba su vista al río
pican la espuela con brío
y rasgan el manto seco,
el cacho es el bebedero
donde el frescor se arremanza
donde las pena se amansa
en delicado sosiego,
ya llegamos compañeros
se oye una voz que comenta
aquí mi historia comienza
es el decir mi Carmelo
esta playa fue mi lecho
y ella la arena tibia,
su aliento quedo en la brisa
latente como el silencio
la llevo en mi pensamiento
y voy con ella a todas partes
es como el sol de la tarde
que me deja sin aliento
la veo en el surco del viento
cruzar espacios ignotos
desafiando en su reposo
al horizonte en el tiempo
como recuerdo en mis sueños
el fulgor de su mirada
rayo de amor que excitaban
el palpitar de mi pecho
todavía siento sus besos
con el calor de la noche
con el vaho fresco del monte
y del pajonal reseco,
hasta escucho sus lamentos
en los raudales del rio
quejumbrosos y sombríos
llenos de dolor intenso,
son ese reclamo incierto
que navega a la deriva
sin contar ya con la vida
que se escapo en un momento,
todo es ella en el misterio,
en la cadencia del canto
en el rezongo del cuatro
y el titilar del fuego,
su imagen es un espejo
que se refleja sonriente
sobre el estero viviente
divagando cual as verso,
mucha veces en mi pecho
encontró calor y abrigo
y entre sollozos y suspiros
dormitábase sin miedo
a la luz de un triste mecho
cavilante en su agonía
aromas de lozanía
consumíanse en el sebo,
a veces yo no me encuentro
se lo juro compadrito
quizás yo sea un laberinto
donde galopan los ecos
como rebaños mostrencos
en la pampa de mi ser
marcando pasos de ayer
en el rumbo sin regreso,
cuando el gallo en el almendro
bota su canto al albor
oigo entonar la canción
al arrendajo azulejo
ya no es el pleno sincero
que en otro tiempo escuchaba
pues se fue quien lo mimaba
y le cuidaba con celo,
en el monte traicionero
tétrico mugir se esconde
es el sentir del padrote
es escuálidos lamentos,
le hace falta oír del viento
la fresca y alegre risa
que le llevaba la brisa
desde mi propio aposento,
racimos de crisantemos
nacieron en el camino
donde el brizar matutino
beso su cuerpo de fuego
y en ese mismo lindero
dejo su huella imborrable,
solamente el llano sabe
lo que paso en el sendero,
dicen que murió en silencio
como las flores marchitas
en el portal de la vida
sucumbiendo en su porteño,
no mire su cuerpo yerto
que se fue con la penumbra
solo aquel cirio que alumbra
su memoria en el procento.

Que mala suerte Carmelo
le contesto Guadalupe
pero ya no se preocupe
y olvide ese sentimiento
fije la vista el estero
donde se yergue la vida
y póngase la cobija
que nos moja el aguacero.

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| Agregada por: Rincon | Visitas: 965 | Valoración: 5.0/1
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