Sintiendo que me moría
cerré los ojos,
persiguiendo tu recuerdo
quería por última vez,
acariciarlo
como mi único consuelo.
Una garza taciturna
que había dejado al garcero,
también cerraba los ojos
esperando el sueño eterno,
y deteniendo para siempre
la cadencia de su vuelo.
El canto de una soysola
también se escuchó a lo lejos,
como queriendo decirme
de nada sirvió el empeño,
mientras más fiel es el alma
el dolor es más severo.
Con rumbo desconocido
volaste un día,
cual paloma mensajera
dejando en mi corazón,
tan solo escombros
y una sensación de pena.
Lejano y meditabundo
pasó semanas enteras,
capoteando mi nostalgia
esperando cosas nuevas,
que mitiguen el dolor
que a diario me desespera.
Aunque mucho me haces falta
nunca pediría que vuelvas,
que sea tu propio lucero
el que ilumine tu senda,
y que te traiga conmigo
si es que acaso me recuerdas.
